Rubias y Croquetas: Las Redes Sociales o El Universo Paralelo.

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Es muy complicado enfrentarse al papel en blanco y verter tu opinión sobre algún tema, implica una responsabilidad enorme que asumo con ganas y respeto. El título de la sección pretende reflejar algo en lo que creo que debemos trabajar todos: intentar no caer en los estereotipos. Porque sí, las Rubias con descapotable también saben hacer croquetas.

Y para empezar,  creo que lo mejor que puedo hacer es opinar sobre opinar, algo en lo que todos hoy en día parece que nos hemos vuelto unos expertos, y eso es gracias a las redes sociales, a cómo ha cambiado nuestra manera de participar en la sociedad desde que ésta convive en dos planos, el real y el virtual. Hasta ahora era en las reuniones de amigos o familiares, o en la intimidad de nuestras casas, donde decíamos lo que pensábamos y dejábamos soltar lastre. Ahora lo hacemos en las redes sin recordar que hay alguien ahí detrás, esto es como los niños pequeños que juegan a cerrar los ojos y creen que han desaparecido… ¡Oh, no está!. Pero sí que está, sí estamos, todos.

Un ejemplo, los grupos virtuales a los que nos unimos por vivir en la misma ciudad. Ves denuncias de contenedores llenos de basura o coches aparcados en un paso de cebra y piensas, ¿puede que ese contenedor esté lleno porque los trabajadores estén de huelga por un reclamo de mejoras salariales? ¿Puede que ese coche esté aparcado en un paso de cebra porque la persona propietaria acaba de venir del hospital, de traer a su madre, que es mayor y necesita dejarla casi en la puerta de su casa? En definitiva, ¿nos planteamos antes de opinar que puede haber algo más tras esas acciones que no sea mala intención o incivismo? Otra pregunta que se me ocurre es, ¿es ahí donde debemos hacer la “denuncia” para darle una solución? Os pongo un ejemplo, y vaya por delante que soy la primera que cree que no debemos callarnos y denunciar aquello que creamos que no está bien, simplemente, quise hacer un experimento.

Hace unos días, en un fin de semana, amaneció un parque de niños de nuestra ciudad con una botella de cerveza de litro rota en mil pedazos, y algún pedazo era suficientemente grande para tener un accidente importante. Pensé, bueno, igual alguien lo limpia, igual le toca pasar a la brigada. Al día siguiente seguía ahí, había pasado el fin de semana y entiendo que la frecuencia de limpieza no es la misma. Ante esa situación pensé, ¿qué hago? La solución que ahora parece estar de moda es hacer “foto denuncia” y colgarla en ese grupo vecinal acompañado de #superindignadacuantoincivismo, pero por un momento, volví a la prehistoria y decidí olvidar que existían las redes sociales. Así que busqué el teléfono de la policía local en Internet (tampoco hay que ser tan radical), llamé y les expliqué la situación, me dieron las gracias y me dijeron que avisaban enseguida a la brigada municipal de limpieza. Durante la mañana se limpió, mientras los niños estaban en la escuela y así por la tarde el peligro había desaparecido. ¿Soy perfecta? En absoluto. ¿Son quienes dejaron la botella rota unos incívicos? Por supuesto. Pero intenté ser autocrítica y productiva, porque reconozco que yo soy la primera que caigo en el efecto “vecina de la mirilla” (porque en eso nos estamos transformando) y en ese circo romano en el que hemos convertido las redes sociales con un constante “¡a los leones!”. A mí me empieza a dar un poquito de vértigo, ¿y a vosotros? ¿Seremos capaces de controlarlo?

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