Rayo el coche al salir del aparcamiento porque voy pensando en mis cosas. Llegamos tarde a los sitios porque ya se ha acabado el cole, y con él, la rutina, voy a la biblioteca y veo un cuento que se titula “La mare va al galop” y no me hace falta saber más para cogerlo y llevármelo a casa.
Estoy encantada de ser mujer, de haber estudiado, de haber tenido libertad, haber viajado, conocido lugares y gente nueva, de haber trabajado duro y mucho, de haber sido dueña de mi tiempo, de todo mi tiempo, hasta llegar al extremo de poder aburrirme y ahora, que soy madre, es cuando me doy cuenta de lo infravalorado que está el aburrimiento, porque ahora no tengo tiempo ni de mirarme al espejo antes de salir de casa.
Cuando eres joven la sociedad te crea unas expectativas, pero es quedarte embarazada o “estar en edad” y la cosa cambia, da un giro radical de 180º. Tienes que pasar por entrevistas de trabajo con preguntas personales, muy personales, que incluso puedes no haberte llegado a plantear, ¿ser madre? Pues yo que sé. A malas caras si te quedas embarazada o te pides una reducción de jornada. O que te despidan en la cuarentena, esa fantástica época en la que todo lo maravilloso que te explicaron en el pre-parto da paso al infernal post-parto. Y es que en el post-parto puedes llegar a sentirte muy sola o poco comprendida, sólo tú estás pasando por esos cambios en tu cuerpo y en tu vida, y en tu tiempo.
Carolina del Olmo se lo llegó a plantear y por eso creó el blog “¿Dónde está mi tribu?” que os recomiendo le echéis un vistazo si os apetece. También ha escrito un libro al respecto, y reflexiona sobre nuestro modelo actual de sociedad y cómo influye en algo tan básico como es la maternidad.
¿Y yo qué creo? Pues que hemos pasado de una generación de mujeres que se ha dedicado a cuidar de toda la familia, aún ahora lo hacen muchas de ellas con sus nietos, a ser una generación de mujeres sin tiempo para nada. En ambos casos creo que ni una generación ni otra nos hemos cuidado a nosotras misma. Porque cuidarnos no sólo significa ir al gimnasio o comer bien, sino también saber decir NO de vez en cuando. Entre una generación y otra lo que ha pasado ha sido la entrada de la mujer en el mercado laboral en ámbitos y sectores que estaban reservados en exclusiva para los hombres. Ese proceso no ha sido planificado, meditado ni reconocido, llevando a muchas mujeres a una mayor carga de trabajo pero, sobre todo y ante todo, a una mayor carga mental.
Esa sensación de tener que ser y demostrar que eres más y mejor, que podemos estar estupendas, que podemos ocuparnos de todo y aún así sacar tiempo para hacer masa casera de croquetas, que eso es totalmente compatible con ser la mejor en el trabajo, colaborar desinteresadamente con el colegio de tus hijos, seguir estudiando, sacar tiempo para llamar a tu madre y decirle “llevo pensando en ti toda la semana pero no he tenido un respiro, ¿estás bien?… te dejo, estoy con la cena de los niños”. Y realmente se está avanzando mucho, la corresponsabilidad es una realidad en muchas familias, pero aún así, falta camino por recorrer.
En los últimos años se habla mucho del “Síndrome de Burnout”, este síndrome se padece en el ámbito laboral, pero sus características han hecho asociarlo al estrés que pueden sufrir las madres o padres que se ocupan también de la familia dejando de lado todo lo demás.
¿Es ahora cuando las madres nos estresamos? ¿Las de antes no? No, absolutamente no, sólo que ahora se habla, se ha puesto el problema encima de la mesa.
Uno de los síntomas de este síndrome es la falta de realización personal, y creo que éste es un factor lo suficientemente importante para prestarle atención. Como os decía antes, crecemos en igualdad de oportunidades, con unas expectativas de planes de futuro que cuando te quedas embarazada se cuestionan porque te ves en la obligación de escoger, o sigo mi camino profesional o me dedico a mis hijos. Y cuando decides combinar ambos, es cuando te encuentras que no tienes los recursos suficientes para llevarlo a cabo, que ni la sociedad ni las empresas están preparadas para hacerte un acompañamiento.
Por eso es muy importante conseguir de nuevo crear una nueva tribu. Es imprescindible que en esa tribu esté tu familia, tu pareja, hablar con ella para que entienda por las diferentes fases por las que te encuentras es vital. Con todo aquel que intenta ayudar pero puede llegar a hacerte sentir más estresada. Con otras madres, esas que te ahorran muchas horas de terapia, porque puedes pasar un rato con ellas y hablar de todo y de nada, sin tener que explicar tus problemas te olvidas de ellos, porque ríes y aprovechas el rato que tus hijos entrenan para convertir la grada en tu salvavidas.
Debemos sentirnos libres para decir NO, para no sentirnos culpables por tomar decisiones que no son las que espera nuestro entorno, para reír o llorar cuando nos venga en gana, o todo a la vez.
Ser madre hoy en día no es en absoluto una obligación, como tampoco lo es formar una familia tradicional. Porque al final lo que cuenta es que un niño o una niña tenga alguien que le cuide, que le proteja, que le enseñe, que le guíe. Porque sólo si somos adultos felices podremos tener hijos felices. Y no por ser mujer debes tener instinto maternal. Si el aburrimiento está infravalorado, el instinto maternal, sobrevalorado.
¿Y cómo acaba el cuento? Pues “La mare va al galop” os podéis imaginar que es un cuento sobre una madre estresada, que se pasa el día corriendo, en el trabajo, con los niños, las extraescolares… y va muy cansada y está triste, y parece tener la cabeza en otro lugar (la carga mental). Un día esa mamá amanece convertida en una yegua y empiezan a llegar bien a todos los sitios, mamá está más relajada, menos cansada… pero empiezan los problemas, con sus pezuñas no puede acariciar ni dar abrazos, y volvía a estar triste. Pero una mañana…
Si queréis ver el libro con vuestros hijos, y saber cómo acaba, lo podréis encontrar en la Biblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès, pero esperad, que lo tengo que devolver, aún ando sacando la moraleja e impregnándome de ella para no olvidarla jamás…