Lourdes fue la mejor contorsionista del mundo, todos fuimos testigos de sus triunfos en los mejores circos de este país, cuando demostraba que era capaz de meter su cuerpo hasta en el interior de una caja de zapatos. En los viajes, cuenta su marido que la llevaba plegada dentro de la billetera. La triste desaparición tuvo lugar cuando se duchaba una mañana junto a su esposo. Mientras le frotaba la espalda bajo el chorro cristalino, vio a una araña de patas larguísimas caminando sobre las cortinas. En algún momento, la araña cayó al agua y flotó durante algunos segundos arrastrada por el remolino, dando vueltas, hasta que, por fin, cerrada como un paraguas, Lourdes la vio desaparecer por uno de los agujeros del sumidero. Admirada por lo que había visto y con cierta envidia, puso más jabón en la esponja y se olvidó de la espalda de su marido, frotando con energía su propio cuerpo. Luego, se agachó y metió el dedo índice por uno de los agujeros del sumidero, presionando hasta comprobar que todo su cuerpo se deslizaba por él suavemente hacia abajo. Lo último que vio su marido de ella fueron los pies.
En Pocas Palabras
La manera en que la autora exagera el virtuosismo de esa mujer contorsionista, sin perder una pizca de naturalidad, es de dejarte la mente como una mosca cojonera, yendo y viniendo. Es realismo mágico en estado puro.
Y es que, con el don que tiene Delia Aguiar para crear imágenes, para dibujar escribiendo, no es difícil para ti verlo en tu cabeza.
Lo Mejor: La imagen de esa mujer cerrándose como un paraguas.
El apunte: Delia fue de las primeras personas que, sin saberlo, me incitó a introducirme en el universo microrrelatista.