El embaucador

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Miguelángel Flores no es solo un microrrelatista y escritor de teatro, es además un embaucador. Sí, habéis leído bien, embaucador, pero de los buenos. Te susurra al oído un máximo de 1.200 caracteres (título incluido) y te lleva a donde él se haya propuesto. Es capaz de crear mundos mágicos que de repente te hacen elevar unos centímetros del suelo para mirar hacia abajo con una sonrisa picarona, o hacia arriba y acordarte de aquellos que ya no están, pero que se convirtieron en tu ángel de la guarda.

Tiene una voz propia y muy personal, el Bisbal del microrrelato, pero sin rizos. Podrías leer a ciegas cuatro o cinco textos y aventurarte a adivinar cuál es de él, que seguro que lo acertarías. Y, sin embargo, siempre consigue sorprenderte, o despeinarte.

Miguelángel (así, todo junto) ganó en el año 2019 la octava edición del Micro concurso, que organiza la Microbiblioteca, de la Biblioteca Esteve Paluzie, de Barberà del Vallès, con su relato “La vida ahogada”. Nació en Córdoba, pero muy pronto su familia se trasladó a vivir a Sabadell. Sus obras han sido premiadas y reconocidas, llegando a ser incluidas en varias antologías.

Acaba de publicar su segundo libro de microrrelatos, “De dolor carmesí”, con la editorial Zaera Silvar, de Bululú, en la colección Lenguas de ornitorrinco.

Aquí una servidora se declara admiradora de sus letras, enamorada de su sensibilidad y fiel seguidora de las andanzas de La Lupe.

Empezamos.

 

1.- Defínete en un máximo de 100 palabras y usando, obligatoriamente, las siguientes cinco: raíces, coser, luna, mujeres, limonero

Ufff, empezamos fuerte… A ver:

He nacido rodeado de mujeres. Ahí va la primera. Y creo que eso se nota en mi forma de escribir y vivir. Eso y unas raíces que lejos de agarrarme, me invitan a crecer a partir de ellas. Soy una persona sencillamente complicada. Lo primero me lo da el tiempo, lo segundo no puedo evitarlo. Así, me conformo con ver echar limones a mi limonero, mientras coso palabras a los recuerdos. Y de la luna, solo decir que Lorca me la dejó clavada de niño en el pecho, y es otro motivo por el que escribo, para sobreponerme.

2.- A ver que cuento… perfecto, 98 palabras. Siguiente pregunta: ¿por qué escribes? Así, a bocajarro.

Escribo por necesidad. Escribo porque si no, se me queda dentro y no es bueno. Se echa a perder. A veces, cuando he dejado de hacerlo por algún motivo, voy hundiéndome sin percibirlo apenas. Y es al volver, que me doy cuenta de la falta que me estaba haciendo escribir.

3.- A mí me gusta hablar del microrrelato como ese túnel de viento en el que entras y cuando sales lo haces totalmente despeinada, si no, no me vale. ¿Qué es para ti un microrrelato?

Yo no soy muy teórico. Escribo sin plantearme nada. Con el tiempo he aprendido lo que es un microrrelato, pero intento no tenerlo en cuenta. Escribo y ya está. Y cuando leo de los demás, reconozco claramente lo que no es un micro. Que puede gustarme, pero no ser un microrrelato. Y viceversa.

4.- A 25 pesetas la respuesta, dime tres autores de microrrelatos que te despeinen. El tiempo empieza ya.

Pufff… ¿Solo tres? Me despeinan muchos microrrelatistas. Y muchos microrrelatos que no pertenecen a microrrelatistas que me despeinan mucho.

5.- No me has dicho ni uno y me has dicho muchos. Eso está bien. A ver, que no me despiste yo. En diversas entrevistas has declarado que escribes de oído, pero seguro que has leído mucho, que hay autores que te inspiran. El fin del mundo se acerca y pasaremos el tiempo que nos queda leyendo (echémosle imaginación), ¿qué libros serían imprescindibles para morir en paz?

La vida ante sí, que es el libro que más veces ha leído y recomendado. Cien años de soledad, que me gusta siempre. La casa de Bernarda Alba. Cuentos de Cortázar. Alguno de Vargas Llosa. De Millás. De Vila-Matas… Jo, ¿cuántos eran?

6.- Hablando de la muerte. Los temas universales son la base de todas las historias, pero a ti te llama especialmente la atención la muerte y el suicidio. ¿Es así?

Bueno, no especialmente. Me interesan algunos personajes que, los tíos, se acaban suicidando. Pero, no sé, me interesa mucho más el amor. Y la felicidad. Y la no felicidad. Claro, es esta última la que abre el camino a lo otro que decías, quizá.

7.- Hemos llegado a la séptima pregunta, es el momento de que nos hables de la Lupe.

Ja, ja, ja, ja. La Lupe nos tiene locos. Yo a lo largo de mi vida había tenido otros perros, pero, no sé, a la Lupe, que es un chihuahua ―para los que no lo saben―, la quiero de otra manera. Quizá porque llegó en un momento en el que nos sobraba querimiento en casa. No sé, la Lupe es pa comérsela cada poco.

8.- El microrrelato es el cuarto género literario, pero, comercialmente hablando, cuesta aún entrar en una librería y encontrar entre sus recomendaciones libros de microrrelatos. Y, sin embargo, vivimos en un mundo donde impera la inmediatez. ¿Qué crees que podríamos hacer para equilibrar la balanza?

Nosotros poco. Son las grandes editoriales, con sus grandes campañas, las que podrían hacer mucho. Nosotros podemos regalar, mostrar a gente que no lo conoce, lo que es el micro. Prestar libros, hablar de ello, del último relato que nos encandiló. La mayoría de mis amigos han conocido el micro a través de mí. Y ellos se lo han mostrado a otros, y esos a otros. Y de todos los que lo van descubriendo, algunos se enamoran. Y buscan microrrelatos en las redes, y a otros autores. Y ya se quedan a vivir.

9.- Se levanta el telón y vemos una mesa, sobre ella una máquina de escribir… ¿o una libreta y un lápiz? ¿Cómo escribes tú? ¿Cómo se te ocurren las ideas?

Ahora sobre todo con el ordenador. Antes iba siempre con una libreta, y me paraba en medio de la acera a escribir, cuando la necesidad apretaba. Ahora, si voy por la calle, hago notas de voz sin detenerme. Luego al llegar a casa, lo transcribo.

10.- ¿Y si la idea te pilla en la ducha?

Me la repito varias veces y la retengo. También me pasa ya acostado. Antes tenía que levantarme y escribirla. Ahora he aprendido a retenerla. O incluso a desarrollarla. A veces, por la mañana, la tengo tan repasada, que solo tengo que pasarla a la pantalla sin aportar nada más. Soy muy de escribir con la cabeza. A veces me preguntan, ¿qué piensas? Y contesto: no pienso, estoy escribiendo. Sobre todo, cuando voy en coche de copiloto o caminando o estoy en el patio mirándolo.

11.- A Barberà te une sin duda el Micro concurso y la Microbiblioteca de la Biblioteca Esteve Paluzie, ¿nos puedes hablar un poco sobre esta relación con nuestra ciudad?

Pues mira, me alegro que me hagas esta pregunta. A La Micro (Microbiblioteca) le debo mucho. La Micro fue uno de los motores para que me centrara en el microrrelato. Allí hice un taller con Ginés Cutillas y en el que conocí a personas geniales con las que sigo teniendo contacto: Susana Camps, Mònica Sempere, Xavier Blanco, Fernando Martínez y Xesc López, con las que luego formamos La Simbomba. Un colectivo con muchas ganas de hacer cosas juntos y, sobre todo, de querernos. Ahora solo hacemos esto último, que es mucho. En La Micro también presenté mi primer libro, “De lo que quise sin querer”, en un acto que fue impresionante de asistencia. Hasta el punto de tener que cerrar las puertas, porque se había superado de más el aforo permitido. Y luego, claro, gané aquella anual de hace dos años, que es de los premios, si no el que más, que mayor ilusión me ha hecho. Ya digo, me siento muy de La Micro, muy de Barberà. Ciudad en la que, además, he actuado con alguna de mis obras de teatro. O sea: soy un cordobés casado con Sabadell y amante furtivo de Barberà.

12.- Vamos a acabar la entrevista y casi que nos marcamos un Umbral, porque aquí hemos venido a hablar también de tu libro: “De dolor carmesí”. ¿Cómo surgió el proyecto?

Yo ya conocía la colección. De hecho, había leído a los tres anteriores ornitorrincos: Pedro Sánchez Negreira, (que además es el coordinador de la colección, y al que no puedo agradecerle más su ayuda), Arantza Portabales y Asier Susaeta. Son tres autores a los que aprecio y admiro en la misma cantidad. Y me gustaba muchísimo la edición, la forma de cuidar cada uno de los tres libros editados. Un día, hablando con la Portabales, que además de enorme escritora, tiene una generosidad a capazos, me comenta que no se sabe si habrá un cuarto, que lo mismo sí, que lo mismo no, que andan a la búsqueda. Que yo podría intentarlo, que seguramente sería un buen ornitorrinco… Yo por entonces no tenía claro si quería volver a publicar. Había descubierto que lo que de verdad me gusta es escribir, mucho más que publicar. O al menos, no estaba por la labor, no me lo había ni planteado. Y más o menos así se lo dije. Pero luego llegó la noche. Por la noche, que hay menos luz, se ven muchas cosas que no se ven por el día. Por la mañana, le pedí a Arantza el correo de Pablo Zaera, que es el editor. Un año después se publicó “De dolor carmesí”.

13.- Me gustaría transcribir uno de tus microrrelatos incluidos en el libro al final de esta entrevista, para que quien no te haya leído nunca, y lo haga por primera vez, se despeine y se compre el libro ¿Cuál dirías?

Quizá el que has mencionado al principio: La vida ahogada. Creo que anticipa bastante lo que viene luego en el libro.

14.- Se ha dicho en varias ocasiones que el microrrelato requiere de una lectura activa. De un lector que interprete la historia, rellene los huecos, complete la elipsis… se me está ocurriendo una idea… ¿me dirías que sí?

No sé. ¿Quieres que rellenemos huecos? ¿Qué hagamos una elipsis? Bueno, digo que sí y luego me cuentas.

15.- Algo parecido. ¿Qué te parece si creamos una sección en Veus Barberà en la que escojas un microrrelato y nos hagas tu lectura o interpretación?

Vale, pero no prometo nada. Soy de leer muy para adentro y casi nunca lo hago para afuera. Y lo de interpretar…

Bueno, si tú lo ves claro. Todo sea por el microrrelato. Y por Barberà. Y por ti, claro.

16.- Y ya por último, ¿el escritor se hace o nace?

Yo nací niño por nacer algo, pero en realidad, yo quería nacer artista a secas. Ya fuera bailando, escribiendo, actuando, pintando… Creando. Sacar fuera lo que a uno le crece dentro. Y acabé haciéndolo de la manera que tenía más a mano, que menos necesitaba de nada ni de nadie de fuera, que no fuera yo y mi pasado. La necesidad que te decía al principio de sacarlo, de abrir las ventanas, que, si no, se echa a perder, que se pudre si no ve la luz. Y a lo mejor te mueres vivo. Es por eso que escribo. Estoy casi seguro. ¿Cuál era la pregunta?

www.eternidadesypegos.blogspot.com

LA VIDA AHOGADA

Nos suicidamos una y otra vez y seguimos vivos y perplejos. Nos hemos ahorcado, cortado las venas, disparado en la sien. Llegamos a lanzarnos desde azoteas, precipicios, a los trenes, del puente, al río para que nos llevara. Y nada. Lo último ha sido tirarnos desde un acantilado al mar con una piedra atada a los pies. Pero ni aun así. Es duro y esto tampoco es vida ni muerte para nadie. Y menos para una familia típica y asfixiada. Aquí en el fondo, mi mujer no se mueve cuando la miro para hacerse la ahogada y no preocuparme. Pero yo sé que respira sin hacer burbujas. El grande, que está en la edad del pavo, no me angustia demasiado, todo lo vive a su manera; y que por lo menos se está fresquito, dice, mientras ve pasar las medusas tumbado en el coral. Pero el pequeño, ese me rompe el corazón. Lo miro intentado pegar sin parar los cromos del álbum, que con tanta humedad no hay forma de que se adhieran, y su empeño me hace llorar y llorar de tristeza. Aunque con el agua salada no se nota y, encima, parece que ni tan siquiera el llanto aquí consuele.

(Relato ganador de la octava edición del Micro concurso, incluido en el libro “De dolor carmesí”, editorial Bululú, de Miguelángel Flores).

 

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